11.5.10

Sin llegar


Ni tiempo de llegar siquiera, ni al menos la oportunidad de vernos entrar e intentar hacer un arribo decoroso, o al menos aceptable. No hay posibilidad permitida para hacer el camino hasta el final, o mejor dicho, no contemplamos antes, que la meta no es la pensada sino la destinada. El destino de llegada es donde menos pensamos y es en ese punto donde debe terminar y entonces visto así, aunque con desagrado, al menos con resignación aceptar que sí llegamos, hicimos el camino entero aunque no nos guste el sitio. Dejar en el camino huellas, es normal, incluso esperado. Sin embargo dejar los pies, largar nuestro motor, deshacernos del transporte, eso es claudicar a mitad, que a fin de cuentas se convierte en fin y ya no sólo la mitad y entonces no habrá sido claudicar, sino aceptar el destino, no pelearnos con él, no obstinarse con finales que no eran el final. Y sin llegar llegamos, y de nada sirve quedarse a lamentar, una vez hecho el camino, bastará con agradecerlo, con poblar el nuevo sitio, con aceptar al fin el final, y guardar los zapatos para un nuevo iniciar.

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