15.7.10

Onírias


Iniciar en un auto, a veces conduciendo, a veces de copiloto de nadie, verlo conducirse solo. O iniciar en una habitación, una que no conoces, o que quieres conocer, o donde has estado y deseas no regresar. O iniciar en un jardín, rodeado de latas, o de cajas, o de árboles, o de nada, ya ni siquiera es jardín, y caminas sin cansarte, a pesar de visitar 37 lugares distintos y ver a 28 personas con quienes nunca hablas ya.
Continuar donde iniciaste, o en otro lugar, sin poder ver tu rostro, o viéndote desde lejos hacer cosas, casi nunca tienes oportunidad de verte hacer cosas, las haces y punto, ahora puedes, y puedes también flotar, o enterrarte, o andar desnudo gritando por las calles, mientras pasas desapercibido junto a otra gente.
Puedes estar en peligro de muerte, y saber que no morirás, puedes ser otro, hacer distinto, pensar igual, sin restricción.
Tonos que no conoces, que no ves, que no sabías que podías ver, gritas y ni tú te oyes, hablas y ni a ti te importa, eres sin ser y sabiendo que después no serás más, eres en libertad, en completa libertad.
A veces no controlas, te lleva, te dejas llevar, te hace y deshaces a placer, ni siquiera sabes por qué, pero estaba ahí encerrado, esperando que dejaras de vigilarlo para salir y decirte en plena cara, plantarte un golpe en plena nariz, darte una caricia en plenas orejas.
Los prisioneros son libres cuando el celador duerme.
Y tú duermes y no los vigilas, sólo al despertar exigirás de nuevo orden, pondrás las cosas donde se supone deben estar, tendrás control, pero sólo será momentaneo, de un momento a otro, vuelves a comenzar, a veces en un auto, a veces en un jardín, a veces en una habitación...