25.2.09


La película había terminado, por fin. Era la cuarta vez que ponía ese DVD y por diferentes razones nunca había podido terminar de verlo; se quedaba dormido, se ponía demasiado ebrio, se le hacía tarde para ir al trabajo, o simplemente la quitaba por haber perdido la trama.
Se levantó del sofá, se rascó la entrepierna y fue a orinar. Había tomado tres cervezas mientras el protagonista de la película repartía golpes a cuanto tipo volteara a verlo feo o se le pusiera en medio de su frenética venganza.
Volteó a verse en el espejo, sólo tenía puesta una playera y un pantalón de pijama. Era notorio que jamás tendría el físico requerido para dar karatazos como el tipo de la película pero no le importó gran cosa.
Eran las siete de la noche, buena hora para ponerse ropa más decente y salir a tomar algo. Fue por su libreta de direcciones y el teléfono. Se dejó caer pesadamente en un sillón, pasó algunas hojas al azar y al detenerse marcó el primer número que vio.
“Hola nena, ¿te gustaría salir a tomar una copa conmigo?”
“Ay, híjole, me hubieras llamado más temprano, voy a salir con unos amigos.” (Click)
“Perdón, no recuerdo que nos hayamos conocido” (Click)
“Creí haberte dicho que no volvieras a llamarme ¡Estúpido!” (Click)
Tomó un lápiz y tachó los tres nombres en su agenda. Solía tacharlos con lápiz aún cuando los nombres estaban escritos con pluma, esto le daba la posibilidad de alguna vez perdonarlas y borrar la marca de lápiz para intentar invitarlas de nuevo.
A estas alturas, si se decidía por salir, sería completamente solo. No le extrañaba, estaba acostumbrándose a esas noches de cerveza intentando salir con compañía del bar.
Cuando estaba a punto de levantarse del sillón timbró el teléfono y contestó.
“Bueno (…), sí soy yo”
Escuchó una voz de mujer que le llamaba por su nombre y sintió emoción.
“Claro nena, ahí estaré en menos de diez minutos” (Click)
Se levantó pensando que le acababan de dar un buen motivo para dejar su casa un rato. Fue a su habitación y se puso unos jeans, la playera fue sustituida por otra en mejor estado, dudó en ponerse desodorante, pero al oler la camiseta que acababa de quitarse, terminó poniéndose un poco.
Tomó su cartera y contó el dinero que había en ella, notó que para satisfacer la solicitud de la chica que le había llamado debería pasar a un cajero automático antes del encuentro.
De camino hacia la puerta, sacó la película del reproductor de DVD, la puso en su caja y se la metió bajo el brazo.
Salió de su casa echando llave, y mientras hacía esto, recordó lo que le habían dicho en aquella última llamada.
“Señor, sólo le llamo para recordarle que tiene tres días de retraso en la entrega de la película que nos rentó, por lo tanto, le sugiero que venga a entregarla hoy mismo para cubrir el monto del atraso y que no se le acumule más deuda”
NOTA: Cada cosa que han leído acá ha sido escrita por mí, este texto, por ejemplo, es viejito, pero sí es mío, soy reciclable, aunque ne verdad es el único texto viejo que he subido has ahora... no sabía a quién contestarle pues han dejado su comentario como "Anónimo"

21.2.09

Caída libre

Era difícil verla a los ojos,
se sentía algo raro en la espina dorsal.
Evitaba su mirada concentrándose en los labios,
pero al final resultaba eso más tentador, si la mirada era imán,
los labios eran un pozo ciego de caída infinita.
Se dio cuenta de que sería complicado encontrar un ápice que no tuviera breves tentaciones.
Decidió ceder, dejarse llevar apreciando la sonrisa,
una de esas que llevan tiempo deseando salir.
Sonrió él, que no recordaba bien cómo hacerlo, y se lanzó a ese precipicio.
Durante la caída sonreía en los ojos de ella,
por fin se había dispuesto a verlos de frente,
entendiendo que la sensación de su espina dorsal era vida,
se recordó humano, deseo sentir otra vez.
Confió y no tuvo pena,
fue un súbito descontrol dentro de su altiva visión.
Tuvo esa necesidad de continuar fuera del margen,
como colorear dibujos por fuera del contorno,
concentrándose sólo en lo bello del color,
en las formas que crean las rayas al salir de la línea.
Su nombre sólo tenía una vocal y dos consonantes para él,
la sencillez facilitó pronunciarlo.
Lo dijo tres veces y después, busco su boca con cautela,
abrió la mirada que guardaba dentro de unos ojos que jamás cerraron.
Cuando dijo el nombre por cuarta vez, deseó escuchar el suyo con otra voz,
sonido dulce que cantaba al hablar.
Se teme a lo que se desconoce, pero se busca siempre que se espera bello.
“La curiosidad mató al gato, pero la duda no lo habría dejado vivir”.
Decidió gritar para acompañar la otra voz,
entendió que su voz no sería opacada, sino enriquecida.
No tuvo más miedo, sólo ganas de hallar respuestas.

20.2.09

La curiosidad mató al gato, pero la duda no lo habría dejado vivir.

Despierta, bosteza mostrando todo su hocico, abre los ojos con cautela, dejando que sus pupilas se adapten a la luz, una rendija, un círculo completo, pequeños óvalos en medio de la blancura que los rodea. Pone sus patas hacia adelante y sacando las garras las clava en un punto exacto sólo para estirar todo su cuerpo hacia atrás, no se oye, pero de seguro los huesos de su columna se habrán reacomodado. Usa su nariz para examinar lo que hay alrededor, algo ha llamado su atención. Se acerca con cautela pero sin perder de vista el objetivo, saber. El olor no es agradable, pero proviene de algo que brilla y se enciende, sigue acercándose, hedor repulsivo y caliente para sus fosas nasales, hipnotizado continúa el avance. Y así, de pronto y aún midiéndo la cercanía, su nariz recibe un ardor, se aleja, se sacude, se talla la nariz, no fue accidente, no fue un error, ahora asocia el olor con el dolor. No volverá a tocar un cigarrillo.