Mirabas con la vista puesta en cada movimiento que hacía. Veías con la mirada fija en las cosas que quitaba y ponía delante y detrás y a los lados.
Quizá a veces dormías, te aburría tanto movimiento que no alcanzabas a comprender. Despertabas para regalarme un "miau" y probablemente una carrera hasta donde estaba, como preguntándome qué hacía y si podías ayudarme.
No sé si alguna vez entendiste en realidad mis palabras o sólo la intención de ellas, no sé si mis llantos presenciados por tí, acompañados con la mirada fija, como queriendo decir algo, significaban alguna cosa real para tu estado de ánimo.
Recuerdo que más de una vez te espantaste cuando me viste reír a mandíbula batiente frente al televisor o la computadora, incluso corrías maullándome, como pidiéndome que te contara qué era tan gracioso, nunca te imaginé riendo, pero te intuía contento cada que me preparaba comida y venías a ver qué te tocaba o cuando te cepillaba.
Sé muy bien también las veces que me acusaste con ella, de que no te trataba bien o de que te regañaba, me di cuenta que aprovechabas que la dejaba sola para ir hacía ella y solicitar un par de caricias, sabías que cuando demandábamos ambos su atención más de una vez saliste victorioso.
Sé que no lees, en varias ocasiones veías fijamente un diario o un trozo de papel escrito, pero sólo para reventarlo con tus garras unos minutos más tarde. Pero aún así, en tu analfabetismo, te dedico estas palabras con mucho cariño.
Trepa todos los árboles que puedas, pelea con cada animal que busque quitarte la supremacia, sé un poco más de lo que entre mis veinte paredes pudiste ser.