Saludos me digo, como cada mañana, siempre siendo yo la primera persona a quien escucho...
un bostezo o un refunfuño, pero siempre primero y antes que a nadie.
Reconozco mi voz y sé que soy yo y lo seré todo el día, y los demás días también...
los demás me oyen después, una vez que las cuerdas vocales han calentado,
cuando la voz ya es audible y entendible,
cuando no es sólo ya el gorjear gutural de una mañana a medio despertar,
ellos no conocen el sonido más primitivo de mi ser,
y así es mejor...
Algunos esperan y otros quizá están ya lejos de eso,
ya no esperan, ni anhelan, pero en el encuentro dirán, ¡Saludos!
tal como se los diré yo...
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